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Me parece muy acertada la idea de contar con la opinión de la gente que está en el territorio, viviendo su día a día, a la hora de programar acciones que lógicamente nos han de afectar de lleno. En los pueblos, empezamos a estar un poco cansados de los filósofos de ciudad que agosto tras agosto nos visitan, nos recitan sus parrafadas de soluciones y se van; pues como decía aquel “Consejos vendo que para mi no tengo”.

El problema de la despoblación no es un problema exclusivo del mundo rural, sino del modelo de sociedad que pretendemos crear.

El punto de partida estaría en saber qué le pasa a la sociedad para que el medio rural esté como está. Al hablar de sociedad lo hago en un sentido amplio: ¿quién toma las decisiones y crea la normativa a aplicar? ¿para quién se crea esa normativa? Si, por ejemplo, se regula el acceso a la vivienda de igual manera para Cuenca Capital (50.000 habitantes) que para un municipio de 150 habitantes, si un planeamiento urbanístico ha de cumplir casi los mismos requisitos en una gran ciudad que en cualquiera de nuestros pueblos, que, rara vez superan los 500 habitantes ¿cómo va a ser efectiva una idéntica norma en escenarios tan diferentes? ¿cómo tiene que pagar la misma cuota de autónomo el propietario de un bar en Ribatajada que el propietario de un bar en la Plaza Mayor de Cuenca? 

Por eso hay que conocer qué espera la sociedad del medio rural, conocer qué posibilidades brinda el medio rural, regular y crear una normativa adaptada al medio rural y facilitar ese punto de encuentro entre las personas que desean voluntariamente vivir en el medio rural y los pueblos que desean no seguir perdiendo población. 

La década del 2000 al 2010 fue la etapa respetuosa con el medio ambiente y sostenible en el tiempo. La siguiente década vino marcada por la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, la no discriminación por cuestiones de sexo y la erradicación de la violencia de género. Propongo que esta nueva década que comenzamos ahora sea la década del desarrollo rural y que por tanto, cualquier intervención que se realice desde las administraciones, tenga en cuenta la realidad y singularidad de los pueblos de nuestro país.

Primera propuesta: Es necesaria una zonificación del problema por comarcas y actuación urgente en aquellas zonas más afectadas por el fenómeno de la despoblación, que a mi juicio, deberían incluir con medidas más drásticas a aquellos municipios de menos de 2.000 habitantes.

            Segunda propuesta: Valorización del mundo rural, empezando desde la educación y continuando por los medios de comunicación para mostrar una visión positiva del mismo, en la que se destaquen las virtudes de la vida en nuestros pueblos; igualmente, la realización de actividades en los centros educativos para que nuestros jóvenes conozcan, valoren y creen una visión positiva sobre su entorno más inmediato.

            Tercera propuesta, el tema de la financiación, las ayudas y el régimen fiscal a aplicar en nuestros territorios. Criterios como la dispersión, la lejanía y la despoblación han de ser tenidos en cuenta a la hora de realizar un reparto justo de los fondos. Tenemos una singularidad, al igual que los territorios insulares, por lo que esta singularidad ha de tenerse en cuenta a la hora de realizar el reparto de fondos justa, la adopción de medidas fiscales acordes con la situación real de nuestros pueblos, una discriminación positiva para autónomos y emprendedores que decidan instalarse en el medio rural.

Cuarta propuesta: la mejora de las comunicaciones:

  1. Las telecomunicaciones. Es necesario dotar a nuestros pueblos de fibra y la tecnología más. Quizás esta pandemia haya servido para demostrar que el teletrabajo es una opción muy válida para muchos menesteres hoy en día y, quizás, en estos momentos de incertidumbre, muchas personas pudieran estar pensando en marchar al pueblo si en este encontraran las herramientas necesarias para continuar su actividad laboral.
  2. Revitalización de la línea férrea Madrid – Cuenca – Valencia, su utilización para el transporte de mercancías y su uso como reclamo turístico podría ayudar en parte a mejorar la situación económica y demográfica de una parte de la Serranía.
  3. La mejora de las carreteras (ansiada autovía a Teruel, la conversión en autovía de la nacional de Cuenca a Guadalajara, incluso no sería descabellado pensar de una vez en la autovía del Valle del Cabriel, que desde Carboneras de Guadazón llegara hasta Utiel con los que se conseguiría unir por autovía, por el punto más corto, Madrid y Valencia pasando por Cuenca capital)

            Quinta propuesta: Apoyo a nuestros agricultores y ganaderos (no olvidemos que, frente a otros sectores, el ganadero vive siempre en el pueblo, pues la cercanía a su explotación es necesaria para que esta salga adelante, valorización de nuestros montes, ayudas para el uso del agua de nuestros ríos, potenciación de las actividades y producciones tradicionales: miel, aromáticas, hongos, resina, ... y facilidades para su comercialización y distribución.

Sexta propuesta: Mantenimiento y mejora en lo posible de los servicios sanitarios y asistenciales, con especial atención en lo referente al cuidado de nuestros mayores. Somos conscientes que la dispersión geográfica de la población encarece, y mucho, cualquier servicio que las administraciones deban prestar en nuestros pueblos, pero no hemos de olvidar que estos son servicios no negocios y que por tanto no han de mirarse solo bajo el prisma económico. Sin servicios, la población marcha en su búsqueda.

Muchos otros temas podríamos abordar:

Hoy, más que nunca es necesario apoyar el medio rural y sus habitantes, pues si no, quién cuidará de nuestros bosques, quién conservará el rico patrimonio cultural, histórico, artístico y etnográfico que atesora, quien llenará nuestras despensas, quién mantendrá la esencia de lo que son las raíces de nuestro país, ...

Muchas gracias